El mar de los dragones (parte III)
Natal fue escala en mi viaje de ida pero en esta ocasión prefiero aprovechar las ahora favorables condiciones y recuperar el tiempo que nos demoro la larga escala en Fortaleza, si bien para mi navegar siempre es un placer este es nuestro trabajo y trataremos de cumplir en tiempo y forma. Desde lejos vemos perfectamente el enorme puente carretero que construyeron para cruzar el río que hace seis años atrás no estaba. Esta vez nos encargamos Ariel y yo de trasvasar el combustible y de paso hacer el chequeo de rutina en sala de maquinas, aumentaron las vías de agua por los tubos de escape que son enfriados por agua de mar y se están perforando por el oxido y la corrosión. Marcela nos prepara una exquisita pasta con verduras salteadas mientras a 11 nudos continuamos navegando paralelos a la costa, a la noche alcanzamos Joao Pesoa y en la dog watch pasamos Cabo Branco si ver la luz de su faro. Como estamos bien al este con respecto al uso horario el crepúsculo empieza muy temprano y siendo la cuatro de la madrugada vemos la luz del faro Olinda mientras la temprana claridad ilumina los enormes edificios de la ciudad de Recife. Ariel me extiende un mate amargo mientras Marcela calienta unas medialunas con jamón y queso, disfrutamos la soleada mañana a la sombra del Bimini contemplando el mar azul desde lo alto del puente.
Desde los parlantes nos llega la música de Los Nocheros, disfrutamos de nuestro folklore y sus acordes nos traen nostalgia, nos llena de emoción. La corriente nos regala medio nudo mas y Maceio pasa como un pantallaso, nos acompañan unos delfines y el día se va con un magnifico sol rojo que se apaga en el horizonte, a medianoche cerramos la singladura con 264 millas navegadas en la ultima jornada. Nos llama la atención una enorme fogata justo a proa, pensamos que esta ardiendo una torre petrolera, esperamos ver helicópteros, embarcaciones de rescate, algún buque hidrante pero nada de eso; al acercarnos comprobamos que el enorme dragón de acero exhalaba fuego por un caño y como un gigantesco soplete de plomero generaba un sonido aterrador. Enormes chorros de agua dirigidos a la tubería mantienen refrigerado el fosforito. Seguimos viendo más y más plataformas pero solo algunas despiden fuego, el trafico de los buques suppliers nos mantiene atentos durante el resto de la noche, veo la luz de estela de un velero al que alcanzamos y saludamos por VHF acordando encontrarnos en Salvador.
Poco a poco nos vamos pegando a la costa a medida que nos aproximamos a la ciudad, llevo el barco por el pasaje que existe entre el Banco San Antonio y la costa, una boya cardinal sur inclinada por la corriente en bajante, marca el extremo del bajo, al norte la costa escarpada deja espacios con playas de arena repletas de bañistas, en lo alto del morro la fortificación del Faro Da Barra sirvió alguna vez para proteger la entrada a la Bahía de Todos los Santos. La ciudad es imponente, construcciones modernas contrastan con las antiguas construcciones del Pelourinho, los fuertes y los vestigios de la época de la colonia. En aquellos días Salvador era el principal puerto donde llegaban los esclavos provenientes de Africa y hoy son sus descendientes quienes mantienen sus tradiciones y costumbres. En mi viaje anterior estuve en la vecina isla de Itaparica y tuve oportunidad de visitar una escuela de Capoeira, la típica danza que hacen los negros siguiendo los acordes del Berimbau. En aguas protegidas por grandes escolleras tomamos amarra en un T-dock en Bahía Marina, un amarradero con modernas instalaciones donde además del servicio de amarra hay varadero, restaurantes, tiendas de náutica y estación de combustible.
Complicaciones en la noche
Tal como lo veníamos haciendo, la primer noche en tierra degustamos una abundante cena para celebrar la escala. Durante los cuatro días que pasamos en Salvador aprovechamos para hacer el cambio de aceite y filtros a los motores principales, un herrero reparo el herraje de la luz de fondeo y nosotros completamos otros trabajos menores. Para cargar combustible tuvimos que llevar el barco a la bomba tres veces porque era el único surtidor operando en el área y nos vendían un máximo de 2000 litros diarios. Las maniobras de combustible siempre me resultan tediosas y en el muelle de carga el espacio para maniobrar era bastante justo para los 26 metros del Corsario.
Utilizamos el Elevador La Cerna para alcanzar el Pelourinho, caminamos, nos fotografiamos con el entorno y saboreamos unas buenas caipirinhas. Visitamos el Museo Marino del Faro Da Barra donde pudimos ver antiguos instrumentos de navegación y bellísimas maquetas de Galeones y Buques Negreros. Hicimos un abundante aprovisionamiento en el mercado quedando listos para zarpar. Lo hicimos inmediatamente después de la última carga de combustible fijando como siguiente puerto Buzios a 650 millas de distancia. Tenemos sol, mar calmo y la suave brisa del noreste nos da por la aleta. Avistamos una jangada anclada con su vela latina recogida y nos emocionamos al ver una ballena, aprovecho la suave navegación para seguir con mis prácticas de navegación astronómica afinando la puntería. Mientras gozábamos de una magnifica puesta de sol nos desencanto el penetrante ruido de la alarma de temperatura de la maquina de babor, detuve el motor inmediatamente mientras Alfonso descendía a sala de maquinas a evaluar la situación, minutos mas tarde regresa con la novedad de una correa cortada que debemos reemplazar.
Esperamos a que se enfríen un poco los fierros y me dispuse a resolver el problema con Alfonso. El trabajo fue arduo y difícil, debimos extraer las correas del alternador y sacar la bomba de agua para reemplazar su correa, todo esto tirados bajo el caliente motor, empapados de sudor y agua salada, respirando el aire enralecido de la sala de maquinas, nos tomo mas de tres horas completar la tarea y exhaustos nos recostamos en cubierta a respirar aire fresco. Arranque la maquina y a los pocos minutos se dispara la alarma del otro motor, no lo podemos creer ¡se ha cortado la otra correa! Al parar la maquina deja de funcionar la bomba hidráulica del timos haciendo imposible utilizar el piloto automático y sumamente difícil mantener el rumbo del barco a mano, como no hay alternativa llevo el timón mientras Héctor y Ariel acuden en ayuda de Alfonso para reemplazar la correa. Cuando las horas se me empiezan a hacer largas llevando el timón sube Marcela preocupada a decirme que Ariel yace tendido boca arriba en el salón, se ha descompensado por el calor y le bajo la presión. Continúo gobernado a mano el resto de la noche y recién retomamos la marcha con los dos motores al alba. Ariel ya recuperado toma la guardia con Marcela y el resto vamos a descansar.
A medida que nos vamos acercando al archipiélago de las Abrolhos aumentan los avistajes de ballenas que al salir a respirar despiden una nube de spray, algunas saltan sacando parcialmente el cuerpo del agua, otras parecen saludarnos con su cola. Cambio unos grados el rumbo y llevo el barco directamente al grupo de islas, esta es una zona de bajofondos y arrecifes, dejo a estribor el Parcel das Paredes mientras que a babor y a barlovento el Parcel das Abrolhos hace de contención natural a las islas, guiado por la carta paso entre dos islotes y apunto directamente al magnifico faro emplazado en un alto del acantilado de la isla principal, si bien la carta advierte la prohibición de anclar debo hacerlo ya que la única boya de amarre esta ocupada por un velero, dejamos caer el ancla en 9 metros agua con fondo de arena y aprovechamos para darnos un buen chapuzón y hacer un poco de snorkeling. El área esta restringida y es zona militar, en las construcciones de la costa un cartel advierte en dos idiomas no desembarcar, para hacerlo hay que gestionar previamente un permiso que nosotros no tenemos. Cuando cae la noche dormimos al abrigo de la isla iluminados por el destello del faro que nos hace de centinela.
¡Ballenas a la vista!
Mientras gira el barbotin cobrando la cadena del ancla el sonido metálico quiebra el silencio del crepúsculo matutino. Antes de la salida del sol abandonamos el archipiélago continuando nuestro viaje hacia Buzios. A medida que aumenta la profundidad aparecen mas ballenas Yubartas, nos llama la atención dos cetáceos de gran tamaño que permanecen inmóviles, enfrentadas sacando las colas fuera del agua. Pasamos bastante cerca pero no parecían inquietarse por nuestra presencia, pienso que se trata de algún tipo de cortejo sexual y prefiero no interrumpir, Ariel sostiene la teoría de que utilizan la cola a modo de vela para descansar aprovechando el impulso del viento. Cuando aun no salíamos de nuestro asombro vemos otra ballena emerger junto al barco, llegamos a distinguir los percebes incrustados en la cabeza y el brillo de su ojo redondo, luego de tomar una bocanada de aire sumergió su enorme silueta en el mar cristalino nadando bajo la quilla del Corsario. Por un instante nos quedamos sin aliento, sentimos el privilegio de vivir la experiencia, crece mi admiración por estos fantásticos mamíferos y no puedo creer que todavía hay quienes los cazan.
El viento del NE aumenta de intensidad formando olas de dos metros que nos reglan algunas barrenadas, la estela es un sinusoide que se disipa en la distancia mientras el piloto automático se encarga de mantener la derrota. Por momentos alcanzamos los 15 nudos mientras vamos devorando millas. A la noche vemos algunos relámpagos, el viento afloja rotando al NW mientras una copiosa lluvia saca la sal de cubierta, aunque dificulta aun mas la pobre visibilidad que tenemos desde la cabina, confiamos principalmente en el radar observando los posibles blancos en cada barrido manteniéndonos atentos ante la aparición de algún barco o plataforma de petróleo pero la principal preocupación siguen siendo las embarcaciones pequeñas que no aparecen en la pantalla. El día amaneció con un cielo encapotado de color gris plomo cubierto por nubes estratiformes que provocan algunos aguaceros, al llegar a Cabo Sao Tome caigo al sudoeste haciendo rumbo directo a la península de Buzios. En el horizonte aparecen las elevaciones de la Ilha Santana, del Morro Grande y de la mencionada península, a medida que nos acercamos contemplamos las laderas rocosas cubiertas de verde vegetación y las cabañas de techos rojos que en su mayoría son viviendas de veraneo. Lo que antiguamente fue una aldea de pescadores es actualmente uno de los destinos turísticos favoritos para los argentinos, afortunadamente su edificación esta regulada y las construcciones armonizan con el paisaje. Alrededor de la península hay varias playas de arena muy protegidas donde en algunas es posible fondear, nosotros nos dirigimos a Praia do Armancao y anclamos frente al Iate Clube de Buzios junto a varios embarcaciones al borneo.
Esta vez trasvasamos el gas oil de los tambores con el barco inmóvil en las abrigadas aguas de la bahía, debido a las favorables condiciones de la última pierna se redujo el consumo de combustible y no necesitamos usar la reserva. Colocamos en el agua el bote auxiliar y nos dirigimos a tierra a dar un paseo por la Rua das Pedras y los alrededores. Luego de las comunicaciones de rigor con familiares, amigos y armador regresamos al muelle para abordar el dinghy volver al barco. Al intentar poner en marcha el motor solo gira perezosamente algunas vueltas antes de quedarse sin batería, maldije por infinitesima vez la cosa que tenemos como auxiar que entre tantas desventajas que tiene no se lo puede arrancar a piola.
Creímos que nuestra desdicha quedaría ahí nomás cuando escuchamos acercarse a una tripulación hablando claramente argentino disponiéndose a abordar un verdadero bote auxiliar, grande fue nuestra sorpresa cuando su capitán nos negó el remolque ante la avergonzada mirada de sus discípulos. Tengo que llamarlos así porque nuestro asombro fue aun mayor cuando corroboramos que se trataba de un popular navegante que seguramente, olvido dar la bolilla que habla sobre la camaradería náutica a aquellos que pagaron por su clínica. El Corsario estaba bastante cerca así que llevamos el bote remando a mano utilizando las Havaianas a modo de pala.
Continuará…
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