Angra dos Reis (parte IV)
Nos cuesta dejar el encanto de Buzios, el deber nos llama y la ansiedad de mi jefe también, me saco las ganas de navegar dejando la isla de Cabo Frío a babor pasando una zona de baja profundidad claramente visible por la transparencia del agua y salir a mar abierto por el Boqueirao, una pequeña abertura entre dos pronunciadas colinas de piedra que para nosotros fue la puerta de entrada al Golfo de Santa Catarina. Con rumbo oeste navegamos paralelos a la costa hasta las proximidades de la Bahía de Guanabara, las nubes bajas ocultan el Corcobado y el cielo gris no llega a opacar el esplendor de Río de Janeiro, me acerco a la costa en Copacabana e Ipanema dejando las islas Cagarras por babor. La jornada continua con nieblas, brisa suave y mar calmo, cuando llego la hora del matecito de la tarde, Marcela nos sorprendió con unos Muffins de naranja recién horneados. Navegamos próximos a la delgada franja de arena que nos separa de la Bahía Sepetiba dirigiendo la proa a las elevaciones de Ilha Grande. Lentamente ingresamos en Ensenada Das Palmas donde anclamos en poca profundidad. Inmediatamente bajamos el dinghy para recorrer la playa en la última hora de luz.

Al día siguiente desayunamos en el fly contemplando encantados el paraíso. Levamos el ancla y lentamente rodeamos Punta Grossa entrando en la siguiente ensenada, anclando justo detrás de la colina que nos separa del fondeadero anterior. La ensenada de Abrao tiene el mismo nombre que el principal asentamiento de Ilha Grande, el poblado es el centro de recepción turística de la isla, desde allí parten los Sabeiros hacia las distintas excursiones y las embarcaciones con buzos para hacer mergulho, aunque ya no es mas la aldeita de pescadores que conocí hace años conserva su viejo estilo de cabañas bajas y construcciones sencillas, para pernoctar existe la posibilidad del camping y bellísimas posadas. Anclados cerca nuestro había dos veleros argentinos, el Shinda y el Gipsy Wind cuya tripulación nos visito a bordo. Compartimos una cerveza con Carlos Salvoches y su esposa quienes organizan el Crucero de la Amistad, un viaje en conserva desde Buenos Aires hasta Río de Janeiro .La charla fue amena y me pasaron algunos datos valioso sobre la zona además de los horarios y frecuencias de la rueda de los navegantes que hasta el momento no había logrado sintonizar. Al mediodía fuimos a almorzar a un restaurante muy cerquita de la playa con sillas sobre la costanera, y a las tres de la tarde levamos ancla y zarpamos hacia la ciudad de Angra.

Al cabo de una hora tomamos amarra en la marina Piratas en medio de un fuerte aguacero. El complejo es un Shoping Mall con una moderna marina y todos los servicios, estuvimos un día en el que aprovechamos para dar un paseo, hacer compras en el supermercado y yo tome un taxi para hacer los trámites portuarios de salida del país. Si bien pensaba recalar en Florianópolis seria solo el tiempo necesario para reabastecer el barco ya que sabía que hacer el despacho en ese sitio seria mas engorroso. El 11 de noviembre a las 15:00 hs. trasladamos el barco al muelle de combustible y luego de superar varios inconvenientes que tenia el surtidor cargamos 4800 litros para llenar los tanques al precio mas alto hasta el momento.

El Golfo Santa Catarina
Con un pronostico ni muy bueno ni muy malo nos despedimos de José del Shinda que también cargo combustible y avanzada la tarde dejamos Angra navegando destino a Florianópolis. Como es bastante habitual en esta zona, continua el cielo nublado y las lluvias, con viento leve del este pasamos Punta Joatinga dejando atrás las abrigadas aguas de la Bahía de Ilha Grande. A la hora establecida me comunico por VLU con Alejandro, el coordinador de la rueda argentina quien me actualiza el pronostico. Se espera que el viento rote hacia el sur con el pasaje de un frente frío, algo no muy frecuente en esta zona aunque de vez en cuando llega alguno. Con mar bastante calmo y luna casi llena pasamos cerca de Ponta de Boi en Sao Sebastiao, allí se encuentra Ilhabela el polo náutico de la vela en Brasil, un lugar hermoso que quedará para otra oportunidad, en principio llevo un rumbo copiando el arco del enorme Golfo de Santa Catarina pero en las primeras horas de la mañana decido navegar por la ortodromia para acortar la distancia a Florianópolis, el tiempo continua lluvioso y aparenta mantenerse así todo el día. Se produce una avería en el generador, se rompió la bomba de agua salda y el sistema de protección detuvo la maquina al elevarse la temperatura. Alfonso la reemplaza mientras yo descongelo unas prepizzas para preparar a la napolitana con bastante ajo. El viento rota al sudeste y va en aumento mientras las olas crecen proporcionalmente. Disminuimos la velocidad ya que los golpes de las olas son cada vez mas duros, desde la cabina vemos el océano blanco de espuma y el Corsario se defiende penosamente ante el mar arbolado, se estremece y con cada golpe cruje como un hueso en las fauces de un sabueso. La moto de agua rompió su cama y quedo recostada contra los tubos que hacen de bacón en la planchada de popa, afortunadamente aguantaron los amarres de proa y popa. Aplico la técnica de la vela para estos casos que es derivar para cortar mejor las olas, ¡lastima que no tengo un tormentín sino también filaria la escota!. El aguacero llega en forma verdaderamente torrencial, a tal punto que la cubierta se transforma en una enorme pelopincho donde el agua no encuentra por donde escurrirse ya que los imbornales no dan abasto, por la escotilla (cerrada) entra un torrente de agua que baja como cascada en cada peldaño de la escalera caracol que conduce al interior. A velocidad de seguridad el Corsario nos zarandea a ritmo desacompasado como la rueda del zamba.

El rumbo nos acerca a la costa donde espero encontrar menos ola, al cabo de un par de horas mejoran un poco las condiciones y llegamos a ver el destello largo del faro de San Francisco do Sul. El mar me permite volver al rumbo inicial y apuntar a nuestro destino, a las 20:00 hs. me comunico con la rueda y me cuentan que hay lluvias abundantes en toda el área del golfo. Un poco abatido por el cansancio decido entrar en Porto Belo, un sitio muy cerca de Floria fácil para ingresar de noche y que además me gusta mucho, la luna llena asomo de entre las nubes para iluminar la pequeña y abrigada bahía de Caixa de Aco donde buscamos un lugar entre las embarcaciones para anclar al borneo.
Luego de un reparador descanso, desayuno mediante botamos el auxiliar y fuimos a hacer un reconocimiento del lugar, vistamos el Iate Clube de Porto Belo y luego nos acercamos a la ciudad para recorrer sus calles, comercios, hacer Internet y tomar un helado. La belleza del lugar quedo plasmada en algunas fotos que seguramente quedaran entre mis recuerdos.
El timón por las cabillas
Mientras nos preparamos para zarpar descubro que no funciona el piloto automático, apago el instrumental para recetearlo pero el resultado es negativo, nos hemos quedado si piloto así que debemos tomar el toro por las astas, o mejor dicho el timón por las cabillas y llevar el barco en forma manual, tal vez en Floria podamos encontrar una solución. Lentamente pasamos las playas de Bombas y Bombinhas navegando un bonito mar con ondas perezosas generadas por la brisa del sur, cruzamos algunos pesqueros de arrastre que abren las redes mediante dos largos tangones gemelos, los turistas con sombreros y cámaras fotográficas nos saludan desde un Saverio. Una flota con velitas blancas regatea en aguas de Jurere, donde se encuentra la cede del Yate Clube de Santa Catarina. Ingresamos por el Canal Norte navegando un mar sin olas por el pasaje entre la isla y la costa, debo estar atento a la profundidad debido a que en partes baja bastante. Debemos maniobras para esquivar un largo tramayo que atraviesa perpendicularmente nuestro rumbo. Hacia proa, donde las costas se aproximan, dos enormes puentes conectan la Isla de Santa Catarina con el continente. La ciudad de Florianópolis luce esplendorosa con su conglomerado de rascacielos, los carteles y las autopistas. Al pasar bajo el antiguo puente vemos obreros y maquinaria trabajando en su refacción, tras haber recorrido la mayor parte del litoral Brasilero seguimos admirando el desarrollo del vecino país, tan notable que se aprecia desde la cubierta de un barco. Justo entre los puentes esta la pesquera Pioneiera da Costa donde despachan combustible, nos abarloamos a un pesquero y desde la bomba nos hacen llegar la manguera de suministro, la temporada de pesca ha terminado y la labor en las embarcaciones consiste en lavar las largas redes, las cubiertas y demás equipos, nos explican que los barcos serán sacados a tierra para su carenado y pintura. Llenamos los tanques y cruzamos hacia el Iate Clube Veleiros da Ilha (cede principal del YCSC) donde tomamos amarra en un T-dock con servicio de agua y electricidad. Si bien gozamos de un lindo día de sol el parte meteorológico nos habla del pasaje de un frente frío que se acerca con mucha actividad, nos viene muy bien para disfrutar un poco de Floria.
La puerta del Plata
Luego de tres días de mal tiempo, cuando aún el cielo continua plomizo y el viento llega frío desde el sur decido que es tiempo de zarpar ante la mirada incrédula y desaprobarte de mi tripulación. Mientras navegamos siguiendo la aguada por el paso del sur que corre entre la isla y la costa aumenta la ansiedad por ver el estado del mar, a lo lejos observamos elevarse la espuma blanca cuando las olas se estrellan en Ponta dos Naufragados. Al mediodía salimos a mar abierto navegando en contra de la resaca que queda del temporal. Con el paso de las oras la navegación se vuelve mas cómoda y placentera mientras el viento sur se desvanece, pero no todas son buenas, no hemos podido solucionar el problema del autopiloto asi que debemos llevar la rueda a mano para conservar el rumbo. Mantenemos el sistema de guardias de todo el viaje con la consigna de timonear 2 horas cada uno. Pasamos cerca de la escollera del puerto de Laguna y a la tardecita mientras la música de Sabina nos acompaña en la mateada el faro Santa Marta Grande luce imponente en lo alto de la barranca, virar este punto me estremece, se agolpan el mi mente los recuerdos de otros viajes y de otros tiempos, esos que tuve la suerte de conocer cuando a partir de allí se terminaba la costa y había que confiar en la pericia del navegador para llegar a Río, virar Santa Marta es un hito, es entrar o salir del Golfo de Santa Catarina.

En la rueda de los navegantes aparece el Mono Damilano modulando desde Caleta Hornos, una diminuta bahía al norte del Golfo San Jorge,¡nuestro Gran Golfo! imponente por cierto. La costa es una infinita franja de arena donde los sucesivos faros rompen la monotonía y sus nombres quedan asentados en el libro de Bitácora a medida que los vamos dejando atrás, así pasan Torres, Tramandai, Solidao, Mostardas. El rumbo nos separa lentamente de la costa de manera de dejar el banco Albardao por estribor navegando en aguas profundas y menos turbulentas, las guardias al timón las hacemos desde la cabina ya que el aire frío nos recuerda que estamos avanzando hacia el sur alejándonos cada vez mas de la zona tropical. Al final del día alcanzamos el waypoint situado al este del bajofondo de Albardao cubriendo una singladura de 261 millas. Al llegar la luz del nuevo día pasamos El Chui dejando atrás el mar territorial brasilero para navegar aguas del Uruguay. Lógicamente es motivo de festejos, estamos cerca de la puerta del Plata, ya nos sentimos como en casa. Bien abrigados gozamos del paisaje desde el puente mientras aparecen los primeros lobitos marinos que nadan ágilmente cerca del barco.

Con un fondo de dunas de arena aparece imponente y majestuoso el faro de Cabo Polonio, destino turístico accesible únicamente para los que llegan en vehículos todo terreno en busca de playas inhóspitas y contacto con la naturaleza, el poblado mantiene el estilo de una aldea de pescadores donde también viven algunos artesanos. Cerca del mediodía viramos el siguiente cabo, el Santa Maria donde se encuentra el puerto La Paloma próximo a la pequeña ciudad y el bellísimo faro de color blanco, que advierte a los navegantes la presencia del promontorio y las rocas. Un par de horas mas tarde pasamos la boya petrolera de José Ignacio mientras divisamos perfectamente los edificios de Punta del Este, su faro y el de la Isla de Lobos. Dando el debido respeto al bajo del este, dejando la frondosa Isla Gorriti por babor, ingresamos al puerto y tomamos amarra en el martillo del muelle principal. Si bien estamos en la puerta del Plata todavía nos restan 180 millas hasta San Fernando navegando por el Río de la Plata, pero tendremos que esperar a que finalice la temporada. De todas maneras festejamos nuestra llegada con una opípara cena acompañada con el mejor champagne de la bodega, chocamos nuestras copas y le convidamos un buen trago al Corsario ¡nos lo tenemos merecido!

El final soñado
Como todas las ciudades balnearias Punta del Este fuera de temporada era una delicia, sin embargo los que quedamos a bordo teníamos mucho trabajo para dejar el barco pipi-cucu para la temporada estival, la que no tardo en llegar con todos sus avatares. Finalizada la temporada alta en febrero de 2009 quedaban muy pocos barcos en los muelles y nosotros estábamos preparados para la última etapa del largo viaje.
A la medianoche del día 19 soltamos amarras y emprendemos el regreso dejando la Isla Gorriti por babor con rumbo oeste, la noche esta tan linda que timoneo desde el fly mientras la brisa de popa empuja los vapores de la combustión hacia nosotros impregnándonos de olor a gas oil, nos acompaña Flavio, un ex alumno y amigo de los pagos del Tuyu que invite a formar la tripulación junto a Alfonso y Marcela. El faro de Isla de Flores se deja ver desde la distancia a un costado de la muy iluminada ciudad de Montevideo, una flota mercante espera al ancla para el ingreso a puerto. Con la luz de la mañana nos encontramos navegando las aguas color chocolate del mar dulce de Solís. El Buquebus nos cruza de vuelta encontrada para recordarme que estoy muy cerca de casa volviendo a lo que hace mas de seis años me resultaba cotidiano. El crucero se termina y solo espero hacer realidad mi último deseo, solo ruego que la marea me acompañe. Con Marcela al timón pasamos Banco Chico y la rada del puerto de La Palta como siempre muy poblada de barcos anclados en espera de los prácticos. Mediante el teléfono y el VHF utilizo todos los medios para averiguar la altura de la marea, todo va de acuerdo a lo planificado y a medida que nos acercamos aumentan de tamaño los edificios de Buenos Aires y más alla, en la proa aparece tímida la aguja de la catedral de San Isidro. Son las últimas millas y las recorremos revolviendo barro con las hélices, navegando por el canal costanero, entrando al Río Lujan como siempre lo soñé.

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