El perfil de la enorme roca es solo una silueta oscura que apenas se dibuja en la noche sin luna, en su extremo mas alto destella el faro que veo casi a proa. Su luz blanca esta a 90 metros y es mi mejor referencia. En esta zona las cartas tienen un error que en ocasiones supera la media milla entonces el GPS deja de ser confiable, siendo el radar y la ecosonda la principal ayuda a mi apreciación visual. Las maquinas a pocas revoluciones y el fuerte viento del este nos lleva barrenando grandes olas mientras dejamos una estela zigzagueante. Nos acercamos al extremo NW de la isla y la vamos rodeando hasta conseguir aguas mas calmas al socaire de El Gran Roque. Con precaución nos acercamos al fondeadero tratando de adivinar donde hay barcos anclados al descubrir sus jarcias entre las tenues luces de la aldea. Cuatro veces intentamos anclar con el mismo resultado, el fondo duro no deja que el ancla haga cabeza, por tal motivo decido colocar una segunda ancla engalgada, y por fin siendo casi las dos de la madrugada puedo parar los motores para retirarnos a descansar. Hemos llegado a Los Roques, cubrimos las 160 millas que nos separan de Pto. La Cruz en 16 hs y mañana tendremos poco tiempo para lavar el barco y ponerlo impecable para el charter.

El Parque Nacional

El archipiélago Los Roques se encuentra en Venezuela bañado por las aguas del Mar Caribe, esta a solo 70 millas al norte de Caracas. Lo forman un gran numero de islas y cayos dispuestos en forma de ovalo en torno a una zona baja llamada Ensenada Los Corrales, se asemeja a los atolones coralinos típicos del océano Pacifico, es un sitio de increíble belleza donde deslumbra el contraste de los colores. El azul intenso para las aguas profundas, el celeste para las mas bajas y el blanco para las playas de arena y restos de coral. En las islas más antiguas el verde mangle crece frondoso mientras que en el Gran Roque la formación rocosa de paredes empinadas tiene tonos grises y ocres en diferentes matices. El archipiélago es Parque Nacional y para visitarlo es necesario realizar previamente un zarpe que deberá ser presentado ante las autoridades inmediatamente después del arribo, Imparques da permiso para permanecer 15 dias, también se deberán pagar los cánones establecidos según eslora, bandera y cantidad de tripulantes.
Las islas orientales
Hacia el Este el archipiélago esta protegido por una barrera de coral de 24 km. En cuyo extremo sur se encuentra la Boca de Sebastopol, otro de los sitios de acceso también señalizado por el faro homónimo. Si se ingresa por este paso se deberá buscar un canal natural que corre a lo largo de una restinga de coral casi a flor de agua, es un trayecto hermoso únicamente practicable de día y con el sol bien alto. Hay algunos fondeaderos abrigados del mar pero que reciben los constantes vientos que llegan desde el atlántico y atraviesan el mar Caribe, los Alisios. Un antiguo barco yace varado al sur del arrecife, sus hierros oxidados se resisten a ser devorados por el constante azote del mar. Próximo a Boca del Medio otro buque naufrago mas recientemente, los lugareños dicen que fue dejado al garete y termino en las fauces del arrecife. Su estructura no resistió y se partió al medio. Allí cerquita en una oportunidad, gozamos de un excelente buceo en apnea, los enormes corales forman cavernas, fosas y pasajes multicolores donde encontramos enormes barracudas, langostas, morenas rayas y hasta un majestuoso tiburón. Pasado el chapuzón continuamos nuestro paso hacia el norte dejando por babor las islas Los Tres Bobos, su nombre hace referencia a los pájaros Bobos, aves que eligen este sitio para anidar y es pintoresco ver los enormes pichones blancos como copos de algodón entre el verde follaje del mangle, estas aves cuando llegan a estado adulto nos deslumbran con su elegante vuelo mientas planean en las alturas.

Las islas del norte

El canal natural entre los corales tuerce hacia el noroeste y nos lleva hacia el Gran Roque, ubicada entre el grupo de islas del norte, en estas se encuentran los fondeaderos mas visitados por los navegantes. El Roque es el pequeño poblado donde se encuentra el Guardacostas, el edificio de la Guardia Nacional, la oficina de Imparques y otras autoridades. Las posadas son bellísimas, más bien sencillas y decoradas con muy buen gusto, muchas ofrecen sus restaurantes con menues fijos generalmente elaborados con frutos del mar. No hay lujos, no hay autos ni asfalto, el agua potable se produce en una planta por desalinización de agua de mar y es repartida por un camión cisterna a las viviendas y por bote a las demás islas. Sobre la playa los lugareños amarran sus peñeros (botes) y en ellos se asolean los reyes del paisaje, los pelícanos. Estos simpáticos pájaros son tan mansos que casi permiten tocarlos, sin embargo son muy activos a la hora de comer, los he visto en bandadas zambullirse al unísono sobre un cardumen formando un verdadero espectáculo al atardecer, son sin duda los pescadores mas hábiles. La mayoría de los turistas llegan en avión desde Caracas lo que ocasiona mucho trafico en el pequeño aeropuerto, aquí todavía llegan los clásicos DC3 propulsados por sus hélices. Muy cerquita de el Gran Roque se encuentra Fransisquies, un grupo de tres islas que unidas por barreras de coral forman un anillo con aguas protegidas en su interior y excelente fondo para anclar, es el sitio mas visitado por los turistas que llegan de mañana y van invadiendo sus playas, son transportados en concurridos peñeros que zarpan de El Roque hacia estas y otras islas cercanas, como Madrizqueis y Cayo Pirata. Las playas top de los motoristas están en Crasqui y Sarqui, en tanto que los veleristas buscan la paz y el silencio en los abrigados fondeaderos de Norosqui y Carenero. No todas las islas del archipiélago pueden ser visitadas por turistas, existen zonas de protección integral y zonas que se pueden visitar solicitando previamente un permiso en la oficina de Imparques, y vale la pena visitarlas aunque estén más alejadas.
Las islas Occidentales

El grupo de islas del oeste esta formado básicamente por las islas de Cayo de Agua y Dos Moisquises, si bien este es otro de los sitios de acceso al archipiélago, también señalizado por un faro, estas son las islas menos visitadas por la lejanía a la principal urbanización y porque el acceso a los fondeaderos no es tan sencillo como a las anteriores. Sin embargo estas paradisíacas islas de extensas playas de arena blanca, con aguas color esmeralda, fueron las elegidas por los primitivos pobladores del archipiélago. Estos eran navegantes que llegaban en canoas desde la costa continental y las vecinas islas de Aruba, Curacao y Bonaire. Se los conoce como ocumanoides y dejaron importantes vestigios arqueológicos como estatuillas de cerámica y grandes amontonamientos de botuto (caracol marino) de los que se alimentaban. Además Cayo de Agua era el único sitio donde se podía extraer agua dulce. En Dos Moisquises se encuentran las instalaciones de la Fundación Científica, allí funciona una sala de cría de tortugas marinas donde se pueden ver tres de sus especies, Carey, Verde y Cabezona. Cuando de acuerdo a su desarrollo están en condiciones de regresar al mar, las mismas son marcadas y liberas. De esta manera ellas sobreviven de sus predadores en la etapa más vulnerable de sus vidas.
Ensenada de los Corrales

En mi primer viaje a Los Roques conocí a un pescador oriundo del lugar, hijo de roqueños su vida transcurrió pescando entre las islas a las que fue conociendo a la perfección. Chichi, como se lo conoce, es una persona noble como el clima del archipiélago. Una soleada mañana nos encontrábamos anclados al borneo en Fransisquies cuando distingo a la distancia que Chichi se acercaba a toda velocidad con su peñero, le habían encargado media docena de langostas y me invitaba a ir a buscarlas a uno de sus sitios secretos al que se llega atravesando el bajo Los Corrales. Hacia allí nos dirigimos impulsados a toda maquina por zonas de baja profundidad, el agua transparente como el cristal deja ver claramente las rocas, las estrellas de mar y los peces, maniobrando con destreza entre los bajofondos nos llevo por sitos donde jamás se me hubiese ocurrido pasar. Finalmente llegamos a Cayo Grande y nos aventuramos por “el caño”, un angosto canal donde debimos desembarcar y arrastrar el bote a mano por la escasa profundidad; los mangles Cruzaban sus ramas sobre nuestras cabezas protegiéndonos por momentos del sol abrasador. Este pasaje nos condujo a una laguna interna con un laberinto de arroyos que se forman entre los tupidos manglares, en sus raíces depositan los huevos las langostas y para el ojo experto es posible encontrar las mas grandes, las que tienen las medidas mínimas que se permiten para su captura. El método consiste en una varilla en cuyo extremo lleva amarrado un nylon grueso con el que se forma un lazo, al que se lo pasa cuidadosamente entre la cola del animal que atrapan de un tirón. Navegando por la laguna podía ver nítidamente el lecho de arena y los peces, aprendí a diferenciar los pargos de los corocoro y la cachama del pez ángel; los cazones, veloces como flechas, dejaban una estela en el agua con su aleta caudal. Mientras salíamos por otro caño hacia el canal de Sebastopol salio a despedirnos una enorme tortuga que asomo su cabeza para tomar aliento. Divisamos el faro y la cadena sur de extensas y delgadas islas que separan esta especie de meseta submarina del océano que, abruptamente, alcanza los 1000 metros de profundidad.
Fondeados frente al aeropuerto observamos decolar la avioneta, se eleva, describe un semicírculo y pasa sobre nosotros; el charter llego a su fin junto con nuestro permiso de estadía. Perezosamente gira el barbotin del cabrestante levando el ancla. La noche que nos trajo atentos y vigilantes, se contrapone al relax de nuestra zarpada en un día soleado. Lentamente quedaron atrás los pasajes entre corales y el faro de Sebastopol es apenas visible en el horizonte, el Corsario mantiene el curso dejando una estela espumosa, Diego bajo a revisar las maquinas mientras Marcela prepara el mate, en mi puesto rememoro estos recuerdos mientras contemplo el mar calmo.
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